Mi nieta Ainhoa de dos años y medio inicio su preescolar en febrero de este año en el centro educativo “Mi Finquita”, en el municipio de Envigado, Antioquia, y casi todos los días me acostumbré a llevarla y recogerla en mi taxi de servicio público con el cual subsisto.
Fue una experiencia maravillosa, y como abuelo se siente uno agradecido con Dios y con la vida por tan linda compañía. La llegada de la pandemia nos llenó de incertidumbre y angustia pues no estábamos preparados para afrontar una amenaza que nos confundió a todos. Las clases de mi nieta se volvieron virtuales y como desconozco ese mundo del internet, me di a la tarea de curiosear sus ventajas y peligros, pues escucho frecuentemente que esas redes tienen de todo, y traen hasta virus que dañan los computadores, por lo que consideré oportuno no poner en riesgo a mi nieta y tomé la decisión con mi hija de desescolarizarla temporalmente.
Fue toda una lucha, pues la Rectora se resistía a autorizar la cancelación de su formación y finalmente entendí que la pandemia nos golpeaba a todos, pues económicamente, psicológicamente y emocionalmente estábamos sin saber quien tenía la razón. Así fue como me propuse sentarme con mi nieta a pintar, colorear, a recitar las vocales y contar los números entre los dedos de las manos. Un día mi nieta me dijo: abuelo, usted es un buen profesor. ¿Y yo le respondí que por qué? Ella me dijo que conmigo aprendía mucho, tanto es, que le contaba a la familia que ya se había aprendido las vocales, los números del 1 al 7 que el abuelo le había enseñado.
Por ello, un día me puse a pensar entre mis adentros y en el aislamiento obligatorio, de cómo me reinventaba y una gran idea se me vino a la cabeza: ¡Estudiar virtualmente! A pesar de las amenazas de los virus tendría todo el cuidado de no caer en sus garras y pregunté a mi hija que le parecía si yo validara el bachillerato, pues sólo estudié hasta tercero de bachillerato y me gustaría tener el título de bachiller, con mi edad actual. Mi hija se alegró y me dijo: Papá hoy no es tarde para lograr ese bello propósito, y acto seguido nos dimos a la tarea de consultarle a Google sobre que instituciones educativas ofrecían validar el bachillerato por Internet y con gran sorpresa me encontré el gran genio de la lámpara, no de Aladino sino de “MENTES PROACTIVAS”, una entidad educativa legalmente constituida y ubicada en Bogotá.
Me puse en contacto con ellos, y recibí una información clara, precisa que me motivó enormemente para ingresar y validar mi bachillerato en la modalidad virtual, y sobre todo lo que más me animó, fueron las ventajas que ofrecían, entre ellas el ahorro económico. Me matriculé con mucha inseguridad pues no estaba acostumbrado a manejar la herramienta virtual, y oh sorpresa la que me llevé, mi hija me dio varias clases primero para ingresar al computador y aprender la hoja de ruta para conectarme e interactuar con el profesor al otro lado de la pantalla, y la verdad es que a medida que las clases se repitieron, sentí alivio y seguridad con ese entorno que para mi era desconocido.
Desde el primer día vengo consultando a Google pues aprendí a como hacerlo y allí hago un repaso que me ha llevado horas todos los días sobre las matemáticas, el algebra, la trigonometría, la física y la química; esta última me trasnocha pues la tabla periódica de elementos aún me confunde con su número atómico, es decir, el número de protones que tiene cada átomo de cada elemento y hasta la mandé imprimir a color. Como el trabajo se ha reducido, mi señora me dice a cada rato que si con la tabla a color vamos a comer y quien lo creyera, esa tabla por su dificultad de conocerla e interpretarla me ha dado la fortaleza necesaria para llenarme de satisfacción cuando logre recibir el título de BACHILLER en mayúscula, pues se ha convertido en una vivencia real, y cuyo reto quedó atrás, gracias a la motivación que me dio mi nieta AINHOA y el apoyo de mi familia, incluso el de mi madre que tiene 93 años cumplidos, y que al contarle que me voy a graduar de bachiller me respondió: que bueno mijo, y para dónde va? No se mamá le respondí, pero estoy seguro que el título que me va a otorgar la institución educativa “MENTES PROACTIVAS” y como su nombre lo indica, me ha llevado a asumir un nuevo rol, a tener confianza en mi mismo, a dominar mis emociones y entender que se me abren nuevas oportunidades, a ser consciente de mis fortalezas y aprovechar las oportunidades, no dejarme sumir en las debilidades y enfrentar las amenazas que uno mismo crea en el imaginario que le impide lograr las metas, y hoy reconozco que se me asoma a una nueva ventana de esperanza y felicidad en medio de la incertidumbre y la angustia que nos rodea el coronavirus. Ese mismo que confundí inicialmente en la red virtual de lo desconocido y que gracias a la oportunidad que se me brindó, hoy asumo con seguridad, conocimiento y mucha fé, que la herramienta virtual es la puerta de entrada al nuevo modelo mundial del ser humano en la tierra, y donde la tecnología es la fuente de comunicación que integra nuestro quehacer diario en el mundo globalizado que hoy habitamos.
Autor: Rodrigo Herrera Duque