Las restricciones sanitarias adoptadas por las autoridades colombianas para prevenir la propagación del COVID-19, han ido disminuyendo sin duda alguna la enseñanza y el aprendizaje de los jóvenes de nuestro país, e inclusive de aquellas personas mayores de edad, de edad no escolar y de trabajadores diarios. Muchas instituciones educativas han limitado hasta nuevas órdenes, las clases presenciales, precisamente en apoyo al cuido del personal plantilla de las mismas, así como del alumnado en general y sus familiares. Estadísticas de algunos organismos internacionales así lo confirman, en especial la información que, desde el mes de mayo del año pasado, millones de estudiantes dejaron de asistir a diario a sus clases en todos los niveles educativos, desde los jardines hasta los universitarios.
Dicho escenario ha motivado a que se hayan tomado medidas estacionarias hasta tanto se vuelva a normalizar la educación en Colombia, y en algunos países del mundo entero: educación a distancia y virtual, uso de guías educativas o formatos virtuales, y en ciertas localidades, movilización del personal educativo y de atención a la salud de los estudiantes menos asistidos. Todo ello para suplir la falta de contacto directo y personal en forma física, con los docentes y demás personas auxiliares de la educación y así reducir esa ausencia de contacto tan importante socioemocional, en el par alumno-profesor.
Ello implica también un desafío para la enseñanza y aprendizaje de los estudiantes y docentes, en virtud que pone a prueba la adaptación y conocimientos informáticos de ambos niveles, incluyendo también a los familiares directos del estudiantado que hace uso de esta alternativa educativa y que necesariamente deben brindar apoyo a sus representados. En el caso de los facilitadores educativos, se han visto obligados a mejorar su manejo de las herramientas ofimáticas, o iniciarse en ellas, si es que no las dominaban fácilmente. No se debe permitir ni dar como excusa la crisis sanitaria existente, para suspender las labores educativas, así como se continúa con las de atención de salud y urgencias médicas, así mismo se le debe dar continuidad a la enseñanza, y al mismo tiempo ayudarse en los hogares y en familia a tratar de minimizar los obstáculos que se puedan encontrar, tales como la intermitente señal del servicio de internet, entre otros.
Superadas estas adversidades hay que darle rienda suelta a toda iniciativa y deseo y querencia del joven estudiante que quiera aprender, de la persona trabajadora que quiera al mismo tiempo de la búsqueda del sustento familiar, aprender también. Y ello se consigue y puede ayudar validando el bachillerato y estudiando virtualmente, favoreciendo al interesado que quiera adelantar y seguir aprendiendo determinado nivel de estudios sin perder mucho tiempo. La validación del bachillerato, los refuerzos escolares, las clases dirigidas y las modalidades de homework-homeschool forman parte de esas opciones que la educación virtual brinda a los que quieran alcanzar su futuro soñado, muy importante porque permite mantener el lazo alumno-profesor y grupo familiar-institución educativa, ajustándose al contenido programático, y al mismo tiempo dándole seguimiento al progreso de los aprendizajes.
Los padres y representantes que apoyen a sus hijos con cualquiera de las facilidades de educación virtuales como las nombradas anteriormente, sin duda alguna tendrán la garantía que tanto ellos mismos como sus representados, podrán administrar mejor su tiempo en el día a día, con la seguridad que van a adquirir una serie de conocimientos importantes para su intelecto, y la facilidad de hacerlo desde la comodidad de su hogar y vigilancia que no habrá posibilidades de desvíos personales por parte de los muchachos. Tendrán la certeza que los hijos si se dedicarán y fortalecerán su aprendizaje.