Hoy en día, en plena pandemia sanitaria es justo reconocerle a los maestros y profesores su potencial educativo al enfrentar los quehaceres y vicisitudes que se van consiguiendo en el desarrollo de su vida personal y profesional y para cumplir con su profesión como es educar.
Ahora bien, ¿estaremos conscientes nosotros los padres y representantes, y los propios alumnos, de lo que el profesorado representa como fuente de aprendizaje? Sin duda alguna que SÍ debería ser la respuesta a esa interrogante, pero NO hay que descartar que hayan personas que no lo notan o que no se imaginan lo que los docentes tienen que pasar para llegar al instituto en el cual imparten sus clases diariamente. Vamos a referirnos en primer lugar a su papel dentro de su grupo familiar. ¿O es que los docentes no tienen esposo o esposa, o pareja afectiva? ¿O no son padres? ¿O que de repente están estudiando para profundizar y extender más sus conocimientos? En el rol familiar, por ejemplo, en las familias colombianas las ocupaciones y compromisos varían como un calendario especial ya que el resto de las personas en su día a día van a otra cadencia diferente a la de los docentes, y al mismo tiempo a ellos en ocasiones le demandan responsabilidades en su actuación como educadores y como familia, precisamente porque el compás escolar también les toca y exige a sus hijos. Por lo tanto, tienen que lograr y conseguir un equilibrio que les permitan el éxito de todos en el hogar.
Si pasamos ahora al rol de los docentes como facilitadores y ejecutores del proceso de enseñanza y aprendizaje de muchos alumnos, encontramos que también tienen por compromiso profesional, institucional y personal si se quiere al escoger la profesión de educadores, que dedicarse plenamente y en forma voluntaria a dicho trabajo, pero en una forma que le salga de su Yo interno y le que le satisfaga personalmente, y no como una carga obligada que tenga que cumplir por cumplirla. Su preparación como educador debe ser para ellos una pieza esencial para el desarrollo de sus competencias en el marco de su profesión, y sobre todo en plena armonía con la comunidad con que interactúa en su ámbito personal y profesional, la cual muchas veces exige en demasía. Si su desempeño es en instituciones educativas tradicionales entonces su empeño debe ser en base a que sus alumnos se adapten a las exigencias de los contenidos programáticos y planes de estudios en atención a los grados escolares de cada uno, y así logren que su rendimiento académico sea preciso. Si son educadores de instituciones educacionales donde se valide el bachillerato y también se hagan refuerzos escolares, entonces deberán adaptarse a ese tipo de estudiantes que se van a conseguir, donde a lo mejor son repitientes o jóvenes en extraedad con sus características particulares, o quienes prefirieron ese patrón de enseñanza y aprendizaje como base para aprovechar su tiempo particular en actividades laborales o personales varias, sin dejar a un lado sus estudios. En este último rol, la dedicación de los docentes se vería más esforzada ya que el cumplir con su papel familiar, con la preparación de las clases a impartir, y en atender la diversidad de alumnos en esa modalidad de estudios, lo convertirían en una verdadera fuente de aprendizaje inagotable única e irrepetible, y que a la vez pueda enfrentar diversos retos objetivos y subjetivos.
Todo lo anteriormente descrito es la realidad a la que el docente debe enfrentar como parte humana del proceso de enseñanza y aprendizaje, por lo que sería muy importante y oportuno que las autoridades educativas del gobierno nacional afinen dentro de sus proyectos de mejoramiento, calidad y fortalecimiento de la educación, el desarrollo del docente como persona y profesional, con lo que los estudiantes aprenderán a convivir con los demás y sean productivos.